El activo más preciado de los colombianos pobres es un empleo, como asalariados o independientes, que les genere ingresos para satisfacer las necesidades de sus hogares.
Por eso la pobreza tiende a aumentar cuando las economías no crean puestos de trabajo suficientes -se estima que cada año se vinculan al mercado laboral colombiano algo más de 350.000 personas.
Por no hablar de lo que pasa cuando se destruye empleo, como ya comenzó a ocurrir en el país: entre octubre del 2007 e igual mes de este año se perdieron 318.000 plazas, según el Dane.
Analistas independientes y el Gobierno coinciden en que lo anterior obedece a la desaceleración de la economía, que creció 3,1 por ciento en el segundo trimestre, la mitad que en el mismo periodo del año pasado.
La ralentización de la actividad productiva se evidenció desde el primer trimestre: 4,5 por ciento frente al 8,5 por ciento de un año atrás.
Las últimas estimaciones oficiales dicen que el Producto Interno Bruto (PIB) aumentará 3,5 por ciento este año y 3 por ciento en el 2009.
Analistas privados y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) manejan cifras más bajas, desalentadoras para las expectativas de mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos pobres, que en junio del 2006 eran el 45,1 por ciento de la población, según Planeación Nacional.
La caída en el ritmo de la economía no es el único factor que atenta contra los colombianos de menos recursos, incluidos los clasificados como indigentes, que hace dos años constituían el 12 por ciento de todos los habitantes del país.
El encarecimiento de los alimentos, que explican en buena medida el comportamiento alcista de la inflación este año, hacen estragos en los menguados presupuestos de los hogares pobres y pueden marcar la diferencia entre mantenerlos en ese estatus y empujarlos a la indigencia.
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